10 de octubre: un antes y un después
- Erika GT
- 10 oct
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 14 oct

Fue un 10 de octubre de 2021
La última vez que hablé contigo por teléfono te dije que todo estaría bien, que te cuidaras y que la enfermedad pasaría pronto, eso no ocurrió. Desde que inició la pandemia fuiste el que más se cuidaba y estaba atento a las noticias todos los días. El covid fue implacable contigo, con nosotras. El día que te llevaron al hospital fue el último que te vi. Han pasado cuatro años y te extraño como el primer día. Muchas veces he hablado de ti y de ese momento, pero hasta ahora tomé el valor de escribir.
Días después de tu partida me sentía como si estuviera dentro de una cápsula, no entendía bien el tiempo y el espacio, todavía hay cosas que no recuerdo bien. Lo que sí recuerdo claramente fue la precisión con la que nos dejaste instrucciones y el tesoro que encontré al seguirlas. Guardabas en esa caja nuestras fotos. Recuerdo también las personas que llegaron ese día a la iglesia, doña Judi que se acercó a saludarme porque quería conocer a la hija de la que siempre le hablabas. Recuerdo también la forma en que me obligué a tener claridad para llamar a cada uno de tus hermanos y darles la noticia. Recuerdo con claridad la forma en que tuve que sentar a mi mamá en el sillón para decirle que ya te habías ido. Ese 10 de octubre marcó un antes y un después.
En muchos aspectos me parezco a ti. Fuiste una persona que vivió siempre fiel a sus creencias. Eras un carpintero preciso, tus piezas tenían acabados elegantes, tu habilidad era sorprendente. Eras desprendido de las cosas, nunca viviste con remordimientos, vivías una vida simple. Me asombraba esa capacidad que tenías de dar vuelta a la página y vivir el día a día. Disfrutabas de lo sencillo, tenías una humildad incomparable. Y siempre respetaste mis decisiones.
No eras una persona que expresara sus sentimientos, lo hacías con acciones. Cuando me iba a ir de Ciudad Victoria, sin pensarlo tomaste el primer avión y fuiste para allá. No eras precisamente hábil para usar el celular y viajar solo, aún así lo hiciste. Vencer los miedos por alguien que amas es el más grande acto de amor. En ese viaje regresamos por carretera a Mérida, compartimos dos días viajando y hablamos de muchas cosas. Gracias por eso, gracias por todo, gracias por tu vida. Espero que mi último viaje me lleve a reencontrarnos.
Después de 4 años hay momentos en los que todavía nos sentimos en una tormenta, aunque hoy siento calma, la calma que he encontrado al sentir tu presencia en mi vida todos los días.
Dedicado a mi padre
Saúl García Muro
Mérida, Yucatán, 10 de octubre de 2025



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